LA PETITE MORT
Cuando la necesidad de un beso desabrocha el respeto y la privacidad de mis piernas, es cuando necesito un balde de agua fría para volver en sí.
Es que no hay nada más real que tus manos seduciendo mi vientre, tus besos alborotando mi espalda y tu respiración agitando mi serenidad.
Es que cuando no sentí tus manos ni el peso de tu cuerpo sepultándome de dolor, fue cuando comprendí que la muerte temporal de mi conciencia me había dejado parapléjica de deseos, excitaciones desbordadas y un labio superior completamente destrozado por mi propia imaginación desequilibrada y carente de amor.
Esa pequeña muerte había sido el mejor amante imaginario que alguna vez tocó mi más bella agonía al alcanzar una muerte temporal.